Cansada de la avalancha de información que me azotaba sin descanso, hubo un día en que opté por volcarme al hermetismo. Y a partir de ese día ya no leí más diarios, ni miré los noticieros.
Las noticias dicen que todo se trata de “olas”. Olas de secuestros, olas de inseguridad, olas de mosquitos.
Yo prefiero tomar las cosas como hechos aislados. No es que no me importe, pero el todo es tan complejo que no alcanzo a procesarlo. Y eso genera una angustia muy difícil de manejar para un ser-esponja como yo. Y la verdad, preferiría no enfermar mi cabeza atrás de eso.
Si escucho radio, solo elijo alguna que hable poco. Porque en éste mundo todo el mundo cree tener algo importante que decir. Y a mí, para ser sincera, no me interesa escucharlos.
Igual que en la calle... una de las cosas más molestas que tiene Buenos Aires es que me obliga todo el tiempo a escuchar conversaciones ajenas, a presenciar cosas de las cuales no tengo por qué ser testigo.
No se si será una mera cuestión de volumen de las voces, o que ya somos demasiados, o que existe cierta tendencia a querer-que-lo-de-uno-sea-público. Pero me veo constantemente expuesta a diálogos que no me incumben en lo más mínimo. Como la señora del asiento de atrás del colectivo, relatándole a otra (con una cuota certera de exageración) las bondades de su hijo, el profesional. Y la vida de sus otros hijos, por las dudas. Total el viaje era largo. O aquel tipo de cuarenta y largos, describiendo con detalle sus aventuras de adolescente tardío, sus trampas y sus consideraciones sobre la pareja con el handy en altavoz.
Ah...el Nextel. Qué cosa que detesto. Al aparato en sí, y a un determinado target de usuarios a los cuales les encanta alardear, invadiendo cualquier espacio común con el odioso beep y un intercambio tosco de palabras que, reitero, a mí no me interesan en lo más mínimo. Es más, me generan bastante fastidio.
El mismo fastidio que me producen los celulares con mp3, y la gente que los usa sin auriculares como una especie de boombox de la era postmoderna. Pero del Bronx a Chacarita. Del rap al reggaetón.
La verdad que ningún invento es nefasto en sí mismo: lo vuelve nefasto el uso que le da la gente. De la misma manera que no vivimos en un “país de mierda”, como suelo escuchar. El país está hecho de personas, con lo cual las conclusiones son bastante obvias…
Pero, volviendo a los que musicalizan los transportes públicos sin que nadie se los pida, no se qué les hace pensar que yo quiero escuchar su música.
Es por eso que me recluí en una especie de burbuja que resguarda mi interior, del mundo exterior. Y la llevo conmigo adonde sea que vaya. Los cristales cubren mis ojos, cegándolos parcialmente ante aquello que no quiero ver; los auriculares protegen mis oídos de lo que jamás quisiera enterarme. Es la única forma que encontré de aislarme frente a la psicosis colectiva, y la estupidez humana. De no ver ni oír aquello que me hace mal.
Prefiero que sea la música quien hable. Y en lo posible, la música que a mí me gusta escuchar.

Había pasado de largo este texto y tengo que decirte q me siento muy, muy, muy identificada. Hace rato que dejé los diarios, cada tanto compro uno o lo leo en internet, o prendo algún noticiero x radio o tv, pero ya no con la frecuencia de antes (grave, se supone, para alguien q se dedica a la comunicación, no?!). Y también me siento "esponja", TOTALMENTE! me pongo no mal, triste! cada vez q viajo en subte o tren y la gente se mata por subir, no dejan bajar, hay q pedir 3 veces q alguien ceda el asiento a una embarazada y cosas así...todo el tiempo, y sino es por la burbuja (que espero no sea la del estilo moria casán!!!) sería más doloroso CONVIVIR, algo q seguimos sin aprender.
ResponderEliminarexcelente descripcion asi estoy el fin de semana como un Robinson Crusoe,alejado de las noticias amarillistas,encerrado en mi mundo como un Hikikomori,y la gente empeñada a que uno salga y vea el arco iris....Saludos...Ciao
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